jueves, 3 de diciembre de 2015

Como cómodo sin brillo

Estoy cómodo. Más no puedo esperar. Sigo mi rutina diaria a la perfección. Cada día igual. Me levanto, me baño, desayuno, me despido de mi esposa, llevo a los pequeños al cole y voy a trabajar.
Cumplo mi tarea, las planillas de Excel, los números vienen y van, los reclamos y las urgencias de los jefes. Todo bajo presión pero ya estoy acostumbrado y no me afecta. No tengo problemas con mis colegas ni con mis supervisores. Me gané mi lugar, me gané la flexibilidad horaria y cierta libertad para ir y venir.
Han pasado años en esta empresa y ha dado sus frutos. A fin de mes recibo mi sueldo y una vez al año un bono, además de los beneficios sociales de siempre. Ya me acostumbré a eso también.
A la vuelta ya están los niños en casa. Dependiendo del día tenemos diferentes actividades. Lunes miércoles y viernes deporte, martes y jueves ingles. Lo más importante es su futuro. Luego cenamos y ciertas noches miramos nuestra novela favorita todos juntos.
Alguna vez tuve la osadía de pensar en un negocio propio. Cambiar toda esta estabilidad por la incertidumbre y los riesgos. Hoy pienso ¿para que?.

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